
A veces resulta muy difícil romper las barreras que impiden el progreso personal y social. Aunque esta frase sea atribuida a un escritor tan amado como criticado –y aunque la frase pueda ser mucho mas antigua que él mismo–, es realmente cierto que el mayor miedo que enfrentamos es el miedo a fracasar. Y eso explica por qué algunas personas no llegan a desarrollar su talento potencial, o prefieren apoyar el de otros en detrimento de sus propias posibilidades. Ahora bien, esta situación resulta contraria al deseo del hombre por disfrutar de uno de sus bienes más preciados y discutibles: la libertad. No resulta “natural” renunciar al tipo de vida que deseo porque siempre tengo miedo a fracasar, a decepcionar, a sufrir. Parece cómodo quedarme en el estado actual de cosas y no arriesgarme a daños físicos o emocionales que podrían cambiar muchos aspectos de mi vida para bien… o para mal. En fin, es preferible la seguridad al riesgo, aunque se viva en un frustrante ahogo y en un aburrimiento terrible. Es como esperar la celebración de un aniversario en Plutón. Para nuestra fortuna, todo puede cambiar.
A veces, una sociedad ha soportado el mismo mal durante tanto tiempo que termina por acostumbrarse a él. Y así, nacen y mueren varias generaciones con la idea de vivir en condiciones que parecen “naturales”, un engaño sostenido por la indiferencia, la falta de identidad y de compromiso con la sociedad en la que se vive, por una perdida del sentido mismo de vida en sociedad. Si la violencia ha sido el ingrediente principal de este mal, entonces estará garantizado el miedo que mantendrá la situación invariable. Esto ocurre porque las personas prefieren la seguridad de una vida en zozobra que el riesgo de la muerte y el dolor por tratar de cambiar las cosas, aunque sea por medios pacíficos. Pero siempre es posible cambiar las cosas.
Atreverse a hacer algo nuevo es siempre un acto de fe. Es una disposición a creer en si mismo y en todas las cosas que podría llegar a ser si tan sólo diera los pasos necesarios, sin detenerse. Es cerrar los ojos al miedo y abrirlos al corazón, y saltar a un vacío que puede estar lleno de sorpresas. Si alguien se conoce lo suficiente a si mismo, y ha deseado fervientemente llegar a un nuevo punto en su vida, entonces estará preparado para saltar, y sabrá cuándo, cómo y dónde. Y después del primer salto, no habrá miedo que detenga. El miedo no será más peligroso que el fantasma de Canterville mencionado por un gran contador de cuentos.
Es seguro que todos, en mayor o menor medida, hemos tenido caídas y nos hemos levantado. Todos hemos cometido errores y, en la mayoría de casos, aprendimos la lección para no volver a cometerlos. La pregunta es: ¿llegó el momento de tomar esas valiosas lecciones para dejar atrás el miedo y dar el salto que cambie nuestras vidas? La fe responderá.
(Quiero agradecer a un hermoso ángel con grandes mejillas, dientes de metal y corazón de oro por inspirarme a dar este pequeño salto. Su fe en mí ha permitido la aparición de estas sencillas palabras y la aceptación de un riesgo que bien vale la pena. ¡Amo a este angelito!)
2 comentarios:
Me alegró muchisimo encontrarme con la sorpresa de tan agradable y agudo texto; la verdad en gran parte de mi existencia, he sido sujeto y victima de ese temor al cambio y a las complicaciones que esto me puede generar. pero como su merced, también he sacado fuerzas que "otros" han redescubierto en mi, me han hecho reconocer y explotar, para hacer de mi vida algo mucho mas interesante y valioso.
Siento una gran empatía con esas sensaciones, temores y a veces frustraciones que en el texto son expresadas. al igual que me siento muy contento de entender que poco a poco su merced como muchos otros, se da el lapo de escapar a esos temores y correr el riesgo de hacer de la vida algo mas.
Bienvenido Al grupo!!! jejejejej
...y toda una multitud errante, cn algunas similitudes a la de Laura Restrepo, grita a una sola voz: "¡Que vivan los saltos!"
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